"Recibí y asumí la escultura en un “Perimontu” (del mapudungun: sueño premonitorio) mientras estudiaba Pedagogía en Artes en la Universidad. Aun cuando desde muy niño desarrollé habilidades manuales dibujando, pintando, fabricando mis juguetes, tallando madera; fue ese instante tan intenso que despierto, tomo lápiz, papel y dibujo la visión que acababa de tener, luego apago la luz, me duermo otra vez. Mi vida había cambiado para siempre…

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Han pasado varias décadas desde entonces, el camino recorrido y el aprendizaje adquirido han sido guiados por los impulsos del corazón, muy pocas veces por la razón. Así también mi trabajo fue mutando. Tan pronto como salgo de la Universidad y al compenetrarme con las culturas originarias de América mi visión del mundo terminó por derrumbarse para dar paso a la posibilidad que existan realidades paralelas que hemos perdido la posibilidad de reconocerlas y transitar por ellas, pero que aún queda la esperanza de recuperar esa virtud.

Este oficio de la escultura me ha permitido sentir en algún grado que existe una relación de causalidad en lo que aparentemente es casual. Así muchas de mis esculturas son el resultado de variables que no controlo o de la reunión de distintos materiales, recolectados en distintas épocas y lugares para dar una vitalidad nueva a estos elementos inertes, pero que tienen la energía suficiente como para utilizar al escultor como el catalizador que les devolverá la vida." ”